EL BRULL - 1979
Otoño se apagaba como es costumbre
y fuimos a veros entre hojas muertas
y senderos rumorosos, lejos del murmullo
de aquella lluvia que no paraba de caer
sobre aquella tierra Occidental;
ninguno de los dos deseaba
ser acogido en ella definitivamente.
Allí estabais entre castañas
que caían en la carretera,
entre colores más bonitos que el verde.
Allí, vosotros, nuestros amigos
de los que nos habíamos alejado,
nos recogísteis.
En un mundo tan diferente, tan azul
y contrario al gris del nuestro
al que que no conseguíamos acostumbrarnos
ni siquiera con el olor de los magnolios
que decoraban nuestra cárcel, aquella ciudad,
allí, en otro mar ¿Como decirlo sin contradecirse?,
más dulce y salado, os volvimos a encontrar.
En términos de vida no fue una ausencia larga
pero en lo tocante al sentimiento
llegó a ser insoportable la profundidad
de aquella distancia
y cuando nació Iris decidimos volver
porque supimos que para ella y nosotros
era imprescindible vuestra proximidad.
Por eso aquella noche en el Brull
puse mi cabeza en tu regazo
mientras oía charlar a los amigos
y las olas de tu vientre,
interpretando una calma infinita,
me enseñaron una música
que todavía perdura en mi conciencia.
Volviendo, acertamos.
Otoño se apagaba como es costumbre
y fuimos a veros entre hojas muertas
y senderos rumorosos, lejos del murmullo
de aquella lluvia que no paraba de caer
sobre aquella tierra Occidental;
ninguno de los dos deseaba
ser acogido en ella definitivamente.
Allí estabais entre castañas
que caían en la carretera,
entre colores más bonitos que el verde.
Allí, vosotros, nuestros amigos
de los que nos habíamos alejado,
nos recogísteis.
En un mundo tan diferente, tan azul
y contrario al gris del nuestro
al que que no conseguíamos acostumbrarnos
ni siquiera con el olor de los magnolios
que decoraban nuestra cárcel, aquella ciudad,
allí, en otro mar ¿Como decirlo sin contradecirse?,
más dulce y salado, os volvimos a encontrar.
En términos de vida no fue una ausencia larga
pero en lo tocante al sentimiento
llegó a ser insoportable la profundidad
de aquella distancia
y cuando nació Iris decidimos volver
porque supimos que para ella y nosotros
era imprescindible vuestra proximidad.
Por eso aquella noche en el Brull
puse mi cabeza en tu regazo
mientras oía charlar a los amigos
y las olas de tu vientre,
interpretando una calma infinita,
me enseñaron una música
que todavía perdura en mi conciencia.
Volviendo, acertamos.