PALABRAS AL VIENTO
Tengo ganas de escribir, algo me empuja desde dentro pero no tengo pajolera idea de lo que pueda ser.
Quizá moviendo los dedos, rectificando errores y buscando una prosodia musical ayude a salir
lo que me hincha el pecho, lo que me aprieta. Creo que estoy rompiendo aguas.
Si es un alarde, lo expondré como juvenilmente hacíamos tonterías para asombrar a nuestros amigos. Será un alarde y quedará como anécdota.
¿Pero si es nada, si es una banalidad?. ¿En qué quedará ese mi deseo, que no sé si es mío, de explicarme?
Para ser digno de lo que siento regué mi cuerpo con agua caliente, peiné mi cabello, afeité mi cara
y perfumé mis axilas. Me siento limpio pero las ideas siguen molestándome sin revelarse, miro en un espejo
y es de las pocas veces que no me doy miedo. Tengo una tarea y estoy preparado.
Quiero elevarme, sin ponerme profético, sobre la inmundicia del horrible programa
de vivir casi sin tiempo, sin espacios abiertos, sin buen rollo con nuestros cuerpos.
Bla, bla, bla ... Palabras que se las lleva el viento. ¿A donde irá a parar todo esto?.
A pesar de ir escribiendo con toda libertad exponiéndome al ridículo siento todavía atenazada mi garganta.
Estoy a punto, algo sube a la superficie, está cerca, casi podré declarar que la tengo ya atrapada
la idea que estaba escondida en mi pecho: Es una idea universal, vieja y gastada. No me pertenece.
Tan solo me ha utilizado para ser su mensajero. Ya la tengo, ya disfruto, ya grito paradójicamente contento
y proclamo la la gran verdad necesaria en estos tiempos: Piedad y si no compredéis esa palabra preguntadle a Miguel Ángel,
Mi pecho es un vientre abierto y satisfecho. Ha sido un esforzado un parto.
miércoles, 9 de mayo de 2012
OLAS Y HAMBRE
Resulta curioso que a medida que nos vamos acercando a la muerte, que es una manera muy fea de hablar del envejecimiento, en vez de irnos aproximando unos a otros, nos aferramos a nuestra propia personalidad y exigimos un trato reverente a nuestra manera de ser. "Que si no hablo por teléfono de esas cosas", " Que ya nos veremos", "Que sin importame digo ¿Como estás?", "Haremos esto y lo otro (Sin considerar lo que haremos sin ti)", "¿Qué me dices, no te entiendo?, "Ah ¿Sí? ¿Tanto hace que no hemos hablado?", "Haz esto y aquello. Contamos contigo, campeón", y la peor de las preguntas: "¿Como te va?".
Pensaba que iba contigo, que lo sabías casi todo de mí porque somos náufragos de la vida y porque daría mi carne para que supervivieras.
Mis quejas son románticas porque ponen al hombre en tu centro, que es el mío, pero me temo que el humanismo haya periclitado.
Resulta curioso que a medida que nos vamos acercando a la muerte, que es una manera muy fea de hablar del envejecimiento, en vez de irnos aproximando unos a otros, nos aferramos a nuestra propia personalidad y exigimos un trato reverente a nuestra manera de ser. "Que si no hablo por teléfono de esas cosas", " Que ya nos veremos", "Que sin importame digo ¿Como estás?", "Haremos esto y lo otro (Sin considerar lo que haremos sin ti)", "¿Qué me dices, no te entiendo?, "Ah ¿Sí? ¿Tanto hace que no hemos hablado?", "Haz esto y aquello. Contamos contigo, campeón", y la peor de las preguntas: "¿Como te va?".
Pensaba que iba contigo, que lo sabías casi todo de mí porque somos náufragos de la vida y porque daría mi carne para que supervivieras.
Mis quejas son románticas porque ponen al hombre en tu centro, que es el mío, pero me temo que el humanismo haya periclitado.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)