domingo, 16 de junio de 2013

ELEGÍA DE MI MISMO

Siento la presión del anhelo, de la vida
empujando sus aguas rojas en mis venas
y veo la salida de una caverna
a punto de convertirse en un manantial
que saciará la sed de los que me sucedan.

Veo el horizonte abrumador donde el Sol se pone,
donde se refleja en el océano mi vida
momentos antes de hundirse en el olvido
y en la indiferencia de todo lo terrenal
que contempla mi destino.

Y sin embargo digo al Universo: Gracias.

Las montañas persistirán más que los olivos
que sobre ellas seguirán creciendo
y el Sol danzará con el planeta
en una baile que durará lo que dura
un parpadeo en la eternidad,
otros 4.500 millones de años.

Lo que me jode no es morir, sino ignorar
como irá el mundo sin mí.

De la nada salí, es tontería presumir
de aquello que me fue otorgado sin pedirlo
porque todo lo que tengo me ha sido regalado
y nada de lo que soy lo merecí.

Vivo el artificio de decir estas tonterías
porque me dan gusto escribirlas.

Nada tengo que exigir ni acomodarme
a las reglas substantivas del arte
pues el propio arte es imperfecto
y cada uno lo recrea en cada momento.

En mis dedos está mi libertad
de escribiros estas fracesitas
y en mi conciencia conservo la idea
de que entre los malos, fui uno de los más buenos.

Tengo una seguridad científica y es que cada uno
de los átomos de mi cuerpo,
la mayoría de ellos creados en las estrellas,
seguirán permaneciendo.