ALGUNA VEZ DIJE...
COORDENADAS
Negociando horas obtengo una de calidad más que dudosa aunque me permite escribiros bajo una tele enorme donde se gritan malidicencias y la lluvia intenta romper los cristales. Es noche cerrada en el Atlántico y como todos los habitantes de esta ciudad navego aunque yo por Internet, protegido por esta cabina marinera en forma de bar que huele a aceite y que se tambalea al ritmo de mi ánimo: Puro mar alborotado. Siento el giro de la Tierra y percibo que paso por donde vosotros, tan solo hace minutos, habéis estado. Cuestión de latitudes similares. El viento y la humedad no consiguen dispersar los aromas sutiles de vuestra presencia de hace un rato en estas mismas coordenadas del espacio y mi nariz se eleva en un olfateo de animal abandonado.