ESTAMPAS HERCULINAS - 03
CENIZA
Por afán de no decepcionar a quien está conmigo, limpio la ceniza del cigarro caída en la mesa central de esta sala de un piso de clase baja donde la limpieza tiene buena fama aunque no se ejercite con la frecuencia que sería coherente.
Con mis dedos húmedos de saliva y llevándomelos a la boca, limpio la mesa, compruebo que el sabor es neutro, que la ceniza nada tiene que decirme y me la como sin más, limpiándolos a fondo, los dedos digo y tragándomelo todo.
Lamiendo y comiendo ceniza elaboro el tejido de un sacrificio justo al punto de concebir que ya ha terminado. Está limpio el artefacto que ocupa el centro de una sala habitada solo por fantasmas, por dioses ausentes, por las sombras de los que nos acompañaron y precedieron. Los que nos defraudaron y los que nos confirmaron. Los que nos dieron la vida y los que intentaron quitárnosla. Sea lo que eso signifique la mesa está limpia y mi boca llena de ceniza.
Una educación ejercida en el ara sacrificial ansiosa por que todo esté en orden. Me trago la ceniza pués compruebo que los futuros fantasmas se relajan.
Si para ser veraces es necesario escupir la ceniza, se escupe. Aunque yo reconozco que no me sabe mal y hasta me gusta. Esta ceniza, justamente esta. La mía.
La ceniza es el resto de lo que fue, leve flor gris que cuidar por los que no hemos ardido todavía, delicada esencia del pasado, sustentadora del recuerdo y aviso para los navegantes que arderemos en el horizonte del tiempo.
Está buena la ceniza. No sabe a nada.