viernes, 5 de noviembre de 2010

MICRORELATOS
PALAMEDES Y EL RELOJ
Palamedes Sousa, cuyo reloj con cadena de plata residía en el chaleco amarillo que le había regalado su hija hacía tiempos inmemoriables, - ¿Tenía todavía una hija? - hechó mano de él y no lo encontró. Una importante taquicardia agitó su pecho. "Palamedes, el tiempo de ser tú mismo, se agotó", fue el canónico verso que le vino al pensamiento.
Tuvo la sensación de que algun Otro colonizaba su mente y le escondía el reloj pues hacía ya bastantes días que sus deseos, sus costumbres, sus anhelos emanaban desde una exterioridad que no era propiamente su percepción ancestral del mundo y le hacía admoniciones ingratas, como si pensara con la mente de ese Otro, ese Otro nuevo que le colonizaba como un hongo perverso sin pedir permiso para extenderse.

Palamedes pensó que estaba cambiando y la ausencia del reloj le avisaba de un nuevo e inusitado desprecio por el tiempo a pesar de su metódica conducta anterior. ¿Acaso el Otro era él mismo cambiado por sus nuevos miedos y la ausencia de antiguas esperanzas?.

Palamedes Sousa se sintió deshorientado al comprobar que, con la pérdida de su reloj y la presencia del Otro, tendría que apañárselas con nuevos métodos de superviviencia y convivir con aquellas voces que le reclamaban un nuevo comportamiento.

Ebrio de desconcierto tambaleó por el pasillo en busca de una salida. Sin reloj, sin su propio ser mismo, sin nadie, solo con aquellas voces desacostumbradas, salió a la calle en busca de un amigo nuevo o preferiblemente antíguo.

Habría de ser aquella noche una de las más largas y Palamedes lo sabía.