ACONTECIMIENTOS
REENTRÉ A LA CITÉ
Fue tan suave la penetración en la ciudad
que no sentí nada mientras iba entrando.
Los túneles eran demasiado anchos,
las pistas demasiado suaves,
el tráfico perfecto y la invitación clara
a entrar en algo tibio que ofrecía
la almibarada insistencia en mil rutinas
experimentadas durante décadas
en una ciudad que tenía nombre de mujer.
Veníamos del mar al cemento,
la autopista estaba despejada,
el asfalto perfecto,
la iluminación, anaranjada.
Sentí miedo mientras controlaba la máquina,
a una velocidad racional, limitada,
marcada la senda por reflectantes y señales
de dudosa eficacia mientras mi pié
me pedía más y más para acelerarla.
Entramos en la ciudad por una calle habitada
por el desencanto de las ausencias
que antes la habían proclamado
la calle de los desengaños, paralelas las luces,
paralelos nuestros años, la calle de las últimas ansias
y sus inventariados daños.
Sin decir Sésamo, apretando el botón correcto,
se abre la negra boca que nos digiere
y nos coloca en una casa donde habita
la incógnita del futuro, la esperanza fundada en el pasado
y la firme sensación de lo que debes hacer
con tu talento: Mentir diciendo la verdad.
Hemos llegado.