miércoles, 5 de octubre de 2011

POÉTICA DE BOLSILLO
PREFACIO DE LA NADA

Sean estas palabras especialmente dirigidas a:
Mi amada hija Iris,
mi leal compañera Mercè,
los queridísimos amigos de mi pandilla
y los que con todos ellos están relacionados y me recuerdan.

Barcelona 9 de Septiembre de 2011. (Espero)

Una noche de la que recuerdo claramente la fecha,
sentí un fuerte impulso de poner una trás otra algunas palabras
que trasegaban la desilusión de unos anhelos amorosos
que muy justamente me fueron negados.
Escribí nueve versos, lo saben la Luna y ella. Fueron los primeros.

Mi versos nacieron amorosos y con el deseo de acomodarme a las reglas canónicas
me sometía durante mucho tiempo al árido esfuerzo de encajar las ideas a la forma de un poema.
A veces lo conseguía y sobrevenía el éxtasis.

Esa exultación es adictiva y favorecida por una autocrítica complaciente.
Mas como toda alegría busca expandirse,
mis versos fueron expuestos no para afirmarse en su valor literario si no para dar lo que llevaban dentro.

Todavía era joven cuando otras correspondencias amorosas alzaron a mis versos
hasta lo que hoy considero el límite de mi pequeño talento;
mis versos rozaron la imperfección consuetudinaria del enamorado
al que se le perdonan sus arrebatos pero aún hoy siguen intactas su sinceridad y alegría.

Mi musa ha envejecido conmigo y me orienta a expresar ideas
un poco más tenebrosas con ciertas palabras crueles
que antes no aparecian en mis oficios
aunque recuerdo que en medio de mis arrebatos juveniles
tambien habían algunos versos desesperados.

Hoy he dejado la rima, prefiero el ritmo natural,
el abrazo poético que liga los ojos del lector
a los versos mientras su corazón
se acompasa con el del poeta
y su mente pueda recrear aquel momento fecundo
del cual está siendo testigo.

Entre la ausencia y el olvido existe, a modo de consuelo, el recuerdo.
A ese ratito me dedico y en ese momento
pretendo ubicarme definitivamente entre vosotros.
POÉTICA DE BOLSILLO

LOS ARTEFACTOS Y EL AMOR
(Homenaje a François Truffaut)

Estaba muy sucia la pantalla táctil de mi móvil hasta el punto que ni con la ayuda de mi aliento y un paño de papel, acababa de tener el aspecto limpio de un cristal nuevo tal como se presentó el día que me vendieron el teléfono, así que puse una gotita de detergente sobre ella y un leve chorro de agua.

La pantalla quedó preciosa pero al cabo de dos minutos comenzó a hacer chirivías verticales de rayas frenéticas, hasta que se cansó y quedó a oscuras. Retuve mis blasfemias pues a veces me pasa lo mismo con eso del apagarse.

La vida usa cada día detergente conmigo pero se equivoca al no tener en cuenta que mis lágrimas en cualquier momento pueden penetrar, enjabonadas, mis poros y fundir mis circuitos.


Las lágrimas a veces se meten dentro.

Hoy los teléfonos no solamente oyen y hablan como se espera de ellos si no que también necesitan la caricia del tacto y la mirada. Cada vez las máquinas nos exigen más cuidados humanos, más cariño.

Sospecho que comienzan a suplantarnos. Quizá lo merezcan más que nosotros.


El problema de los humanos y las máquinas es el manual de instrucciones. En eso ya nos vamos pareciendo.