
Duc
POETA ENSIMISMADO
Aquel poeta se iluminaba a si mismo,
poniendo sus manos en actitud oferente
y esperaba recibir la inspiración,
al modo telúrico,
de un volcan que digiere su magma
por el tracto que le hará refulgir
y espantar a una comarca, a un país entero
y hacerle famoso.
El poeta era tan exigente con su estética
que lanzaba al olvido versos
que otros poetas hubieran recogido
y caían estos y aquellos por las laderas del olvido,
convertidos en frias y grises piedras
que le dificultaban el camino.
El poeta sabía lo que no debía escribir
y de tanto saber se iba olvidando
de los que esperaban sus versos.
Buscándose a si mismo
se olvidaba de los demás.
El poeta no era Narciso,
se llamaba como yo,
pero tanto era su deseo de perfeccción
que se quedó encantado de su propio silencio
y ni un verso valeroso produjo su ensimismamiento.
Once varas de tela
no son suficientes para un verso
si no entra en un pecho.