viernes, 1 de junio de 2012

SONETO ROTO PARA DOS NUEVOS TRIPULANTES

La suave tarde corre acelerada
hundiéndose en la noche que la espera
más allá del horizonte de la esfera
que nos sirve a todos de morada.

Siempre hacia el ocaso, nuestra mirada
elige del camino la cimera
cumbre de nuestra esperanza primera:
Vivir sin caer en una celada.

Llegó el momento cuando nos convienen
ideas claras, la tarde perece,
pariendo un mundo, estamos de parto.

“Los hombres van y vienen
pero la Tierra permanece”.
Eclesiastés, 1, 4º