TEORIA DE LOS PARÉNTESIS EN LOS DIÁLOGOS
Sospechando que las distintas neurosis de cada uno dificultan la comunicación mútua, la sospecha pasa de ser un concepto teórico a una experiencia que denominaremos "frecuente sufrimiento emotivo durante el diálogo y más en la discusión".
¿Qué hace que sintiéndose uno transparente durante un diálogo o discusión, dispuesto a escuchar, a comprender, salte una llama exacerbada de desesperación por no conseguir transmitir aquello que es parte de nuestro sistema de ideas o de nuestra manera de comportarnos?.
En mi caso una de las dificultades es que soy polémista y exigo paréntesis cuando una frase que me dicen altera, inocentemente o de manera engañosa, el hilo de la conversación. En esos casos, cuando interrumpo para aclarar lo dicho se me suele contestar que me espere a que el Otro termine. Con frecuencia contesto que no voy a tomar nota de lo que se me dice para convertir el diálogo en una sucesión de monólogos taquigráfiados en la memoria inmediata. Además, no siendo rencoroso, la tengo muy mala para recordar lo que me ha hecho daño, me ha decepcionado. Aunque para lo que no comprendí, la tengo estupenda.
Manejar bien los paréntesis, no perder el hilo, introducir matices, son parte del arte dialogatoria. No aceptar lo que se dice, el deseo para comprender mejor con una pregunta lo que no se comprende, no es un ataque al discurso sino una mejora del diálogo. Eso creo yo.
Cuando se dialoga sin tener en cuenta la personalidad del Otro no funciona el ser muy tranparente porque intentando que comprenda más allá de lo que a él le es factible se le lleva a una posición defensiva, dado que él no es necesariamente igual que tú. Hay que saber si tu dialogante admite paréntesis. A los que nos gustan los perétesis lo sabemos a la primera interrupción que les hacemos.
He llegado a la conclusión teórica, otra cosa es que sepa llevarla a la práctica, de que para dialogar bien, incluso discutir polémicamente, debo reprimir el impulso de exponer todo mi interior con fluided y dedicarme a intuir, mientras escucho, cuales de mis ideas serán comprendidas por quien habla comigo.
Es entonces cuando aparecen las diversas modalidades del silencio. Manejar el silencio con estilo y que produca una buena comunicación es una sabiduría que a los que hemos practicado el entusiasmo, la desvergüenza y la transpariencia durante toda la vida nos cuesta practicar.
Estamos en ello.
Tendremos que decir lo que nos callamos por otras vías, como la poesía, los relatos, el canto, el hablar consigo mismo, en definitiva algo de arte menor para no tener siempre la verdad en la boca y ofender a quien no tiene la culpa de que seamos tan complicados y presentar nuestra verdad en un medio que nunca ofenderá a aquel que se arriesgue, activamente, a entrar en nosotros mismos sin cortapisas ni prejuicios.
Sospechando que las distintas neurosis de cada uno dificultan la comunicación mútua, la sospecha pasa de ser un concepto teórico a una experiencia que denominaremos "frecuente sufrimiento emotivo durante el diálogo y más en la discusión".
¿Qué hace que sintiéndose uno transparente durante un diálogo o discusión, dispuesto a escuchar, a comprender, salte una llama exacerbada de desesperación por no conseguir transmitir aquello que es parte de nuestro sistema de ideas o de nuestra manera de comportarnos?.
En mi caso una de las dificultades es que soy polémista y exigo paréntesis cuando una frase que me dicen altera, inocentemente o de manera engañosa, el hilo de la conversación. En esos casos, cuando interrumpo para aclarar lo dicho se me suele contestar que me espere a que el Otro termine. Con frecuencia contesto que no voy a tomar nota de lo que se me dice para convertir el diálogo en una sucesión de monólogos taquigráfiados en la memoria inmediata. Además, no siendo rencoroso, la tengo muy mala para recordar lo que me ha hecho daño, me ha decepcionado. Aunque para lo que no comprendí, la tengo estupenda.
Manejar bien los paréntesis, no perder el hilo, introducir matices, son parte del arte dialogatoria. No aceptar lo que se dice, el deseo para comprender mejor con una pregunta lo que no se comprende, no es un ataque al discurso sino una mejora del diálogo. Eso creo yo.
Cuando se dialoga sin tener en cuenta la personalidad del Otro no funciona el ser muy tranparente porque intentando que comprenda más allá de lo que a él le es factible se le lleva a una posición defensiva, dado que él no es necesariamente igual que tú. Hay que saber si tu dialogante admite paréntesis. A los que nos gustan los perétesis lo sabemos a la primera interrupción que les hacemos.
He llegado a la conclusión teórica, otra cosa es que sepa llevarla a la práctica, de que para dialogar bien, incluso discutir polémicamente, debo reprimir el impulso de exponer todo mi interior con fluided y dedicarme a intuir, mientras escucho, cuales de mis ideas serán comprendidas por quien habla comigo.
Es entonces cuando aparecen las diversas modalidades del silencio. Manejar el silencio con estilo y que produca una buena comunicación es una sabiduría que a los que hemos practicado el entusiasmo, la desvergüenza y la transpariencia durante toda la vida nos cuesta practicar.
Estamos en ello.
Tendremos que decir lo que nos callamos por otras vías, como la poesía, los relatos, el canto, el hablar consigo mismo, en definitiva algo de arte menor para no tener siempre la verdad en la boca y ofender a quien no tiene la culpa de que seamos tan complicados y presentar nuestra verdad en un medio que nunca ofenderá a aquel que se arriesgue, activamente, a entrar en nosotros mismos sin cortapisas ni prejuicios.