viernes, 8 de febrero de 2008

ANTIEPÍLOGO

Cuando me dedico un poco a hablar conmigo mismo oigo a veces, no siempre, la voz de un niño. Me agrada comprobar que ese niño no ha muerto y sigue subido en mis espaldas de hombre maduro, padre responsable y ciudadano liberal.

Para ver si me lo saco de una vez de encima escribo este texto teniendo por maestro a Gunter Grass con su tambor de hojalata y sus cruces gamadas, aciertos y errores.


Barcelona Febrero de 2008.

LARACHE I - 1950


La primera tarde que recuerdo de mi vida está coloreada del amarillo de la arena de una playa africana. Para llegar a aquella playa había que coger una barca y atravesar el rio Lucus, en Larache, por entonces protectorado español donde mi padre ejercía de suboficial de artillería y donde miles de años antes los fenicios y los romanos ejercieron su influencia militar tambien. ¡Qué poco cambia el mundo!.

Uno de los productos que mas éxito tuvo en la roma imperial fue el paté de garum de Larache, un afrodisiáco hecho a base de vísceras de atún, morenas y esturión. En Málaga, oh Málaga, ¿Qué haces allí Iris? hay todavía factorias antiguas de garum. En fin sin saber nada de esto, estaba yo gateando por la playa el dia que cumplía dos años.

Eso lo sé porque mis padres me lo dijeron. No iban frecuentemente a la playa pero aquel dia lo recuerda mi madre. Mi padre ya no puede recordar nada. Ademas mi madre se acuerda de mi reacción cuando vi el monstruo. Me acerqué a ella llorando del susto.

He aquí el susto: Gateando feliz por la arena detecté unos puntos simétricos, hoy sé que se llaman así claro, y con cara curiosa los seguí hasta que me di de bruces con una bestia , que no mediria mas que una moneda de 5 céntimos de euro, pero entonces me pareció enorme y amenazadora. Negra y con unas cosas que más tarde sabría definir como mandíbulas, dispuestas a devorar mi nariz. Sali por piernas, nunca mejor dicho, gateando hasta la falda de mi madre que por entonces era una mujer esplendorosa de 25 años. Aun recuerdo el olor de sus ingles.

FIN DE LA PRIMERA TARDE QUE RECUERDO DE MI VIDA