En Larache había un paseo por la costa. Larache dispone de un Atlántico tan voraz como Baldaio aunque sus costas se resisten a ser convertidas en arena.
La vida de un militar colonizador aparte de las oscuras cosas que no sabemos, consistía simplemente en hacerse ver entre la población con su uniforme, su prestancia y su orgullo. La juventud e ingenuidad mi padre no le permitía darse cuenta de que era un peón en ese drama: Un romano de los de antes.
Se sentía feliz por haber colocado a su familia lejos de la carestía de vida que reinaba en la península y donde todos los alimentos, enseres y necesidades eran cubiertas con su humilde sueldo. Una cierta vida rutinaria.
Dentro de esa rutina no podía faltar el paseo de la tarde después de la siesta y mientras mi madre iba a visitar a sus amigas compatriotas él me agarraba de la mano y salíamos a pasear.
Dado que mi padre era de donde yo soy casi siempre me conducía al malecón o a ese camino que se intuye en la foto. Tenía sed de mar.
Yo veía personas pequeñas, minúsculas, cerca del agua. Hoy sé que eran pescadores como los que se ven a la derecha al fondo de la foto pero lo curioso del caso, ignorante de lo que era la perspectiva pensaba realmente que eran seres minúsculos, unas personas de juguete y me quedaba fascinado y yo quería tener una. Ante mis peticiones infantiles mi padre no me comprendia y me llevaba a pasear por la Plaza de España para que se me pasara el berrinche.
FIN DEL DESCUBRIMEINTO DE LOS ENANOS