MICRORELATOS
PALAMEDES Y LAS MARIONETAS
Aquella tarde Palamedes Sousa bajó a la calle habiéndose asegurado que las luces y la puerta quedaban debidamente cerradas y que su reloj estuviese en hora.
Se dirigió a la rambla del barrio donde diversas sociedades estaban concelebrando un encuentro con casetas de frutos lejanos, aromas desconocidos, telas con estampados sutiles, músicas de tonalidades infrecuentes, infusiones bastante extrañas y algun teatrillo como aquel de marionetas iraníes donde una tela negra ofrecía a la imaginación de los niños espectantes la multiplicidad de paisajes lejanos en los que transcurría la vida de un profeta que siempre, siempre se equivocaba .
Al final de la obrita el profeta moría y el Rey de Persia lo acogía en su panteón familiar pués había conseguido que su pueblo aprendiera a manejar la duda, la incertidumbre.
Todos los niños aplaudieron y algún adulto también.
Palamedes Sousa se dijo: “Los hilos del destino hay que saber cortarlos a tiempo”. Y volvió a casa.