miércoles, 9 de mayo de 2012

OLAS Y HAMBRE

Resulta curioso que a medida que nos vamos acercando a la muerte, que es una manera muy fea de hablar del envejecimiento, en vez de irnos aproximando unos a otros, nos aferramos a nuestra propia personalidad y exigimos un trato reverente a nuestra manera de ser. "Que si no hablo por teléfono de esas cosas", " Que ya nos veremos", "Que sin importame digo ¿Como estás?", "Haremos esto y lo otro (Sin considerar lo que haremos sin ti)", "¿Qué me dices, no te entiendo?, "Ah ¿Sí? ¿Tanto hace que no hemos hablado?", "Haz esto y aquello. Contamos contigo, campeón", y la peor de las preguntas: "¿Como te va?".

Pensaba que iba contigo, que lo sabías casi todo de mí porque somos náufragos de la vida y porque daría mi carne para que supervivieras.

Mis quejas son románticas porque ponen al hombre en tu centro, que es el mío, pero me temo que el humanismo haya periclitado.