HIGINIO
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Jubilado ya, antes ejercí de informático desde los orígenes de esa tecnología y siempre tuve sumo placer en escribir con concisión, arte y elegancia mis programas no solo para facilitar la vida a las máquinas y los usuarios si no también a otros programadores que tuvieran que corregirlos por si en algo me había equivocado.
Esa búsqueda de perfección la aprendí viendo y oyendo a mi padrino Higinio durante muchas tardes y bastantes noches cómo hacía zapatos. Zapatos hechos desde el alfa al omega, totalmente a mano mientras me lo iba explicando cuando yo tenia menos de doce años.
Yo no sabía en que trabajaba mi padre, solo le veía salir y entrar en casa vestido de militar pero mi padrino era otra cosa: Yo veía como de sus manos salían zapatos. Para mí fue el descubrimiento de una realidad.
Los zapatos de boda, las botas para el campo, los de baile, incluso los zuecos de madera. Las diversas calidades del cuero, la paciente tarea de batirlo hasta ablandarlo, el martillo apropiado para hacerlo, las cuchillas ¡ay las cuchillas!, las costuras, cuerdas y lazos... y muchas más cosas.
Higinio, campeón ciclista de Galicia en 1932 y reiterado desertor del ejército rebelde, putero y artesano que en los murmurios de la familia era poco menos que una bala perdida, plantó en mí uno de los pilares de mi vida: El gusto por el detalle en la obra bien acabada.
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En su casa de Ferrol tenía una pequeña cuadra donde cada año crecía una cerda que compraba ya madurita en las ferias comarcales. Le ponía un nombre que siempre era María. Cada día daba manguerazos a la cerda y la cuadra. No extrañará si digo que la alimentaba divinamente. Cuando la cerda estaba en sazón, le hacía una foto con una Polaroid y a los pocos días ya era la cerda toda chorizos, jamones y secretos que regalaba a la familia. Las fotos las guardaba en su mesilla de noche, cada una con fecha y todas con el mismo nombre: María. ¡Qué perfección en los detalles!
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La última foto de María data del año 1992 porque a finales del mismo, él que en su juventud se había jugado la vida como ciclista en las carreteras, murió atropellado por un coche al salir de casa. En Galicia las casas y las carreteras tienen una relación peligrosa por demasiado próxima.
Aquí no cuidó los detalles porque faltó una bicicleta para que su muerte fuese, además de triste como todas, gloriosa.