viernes, 19 de octubre de 2012

NOCHES EN VELA

Cuando, noche tras noche, "la petite mort" que me exige tenderme en la cama para desaparecer durante unas horas y descansar no sé si mi cuerpo o mi alma, ocurre que voy profundizando en el sueño y muchas veces entro en un estado narrativo - creo que está formalizado por los sipcólogos - durante el cual se me representan historias de calidad tan superior como las de los más reputados autores literiarios e incluso me despierto narrándolas en voz muy baja por miedo a que alguien me tome por loco. De vez en cuando, lleno de excitación, aparto las sábanas, me levanto y mientras hago un café, cojo papel y lápiz, enciendo mi ordenador, vamos. A veces funciona, la paleta de mis ideas está ordenada y trazo el cuadro de ese inspirador instante. Otras veces, como hoy, toda la idea principal se ha desvanecido y solo me queda, para no hacer el ridículo mientras tomo el café, largar palabras medianamente ordenadas que me hagan sentir que estoy diciendo algo coherente. Tal como hoy a veces me niego al olvido del sueño que la vigilia impone y, como ahora mismo, exigiré a mi mente que me devuelva la maravilla que me había ofrecido mientras me precitipaba en el sueño. ¡Si, ya llega de nuevo!: Veía el mundo dentro de trescientos años. Ropas, casas, coches, cielos diferentes y muy coloristas. Toda la gente contenta sin ser una fiesta. Lo que ahora mismo vuelvo a recordar no es más que un sueño, no vale la pena narrarlo aunque la nostalgia que me procura es enorme. Nostalgia del futuro. Parece razonable. "Carpe Diem" dijo Horacio pero a mi me cuesta hacerle caso.