martes, 26 de enero de 2010

POÉTICA DE BOLSILLO
NOCTURNIDAD Y ALEVOSÍA
Encuentro en los anaqueles de la habitación del fondo de la casa coruñesa de mi madre, entre numerosísimas novelas sentimentales, alguna joya como ésta que tengo delante: “La tribuna” de Emilia Pardo Bazán.

Son las dos de la madrugada y espero la visita del sueño con mis manos dubitativas sobre la humilde factura de un libro de pastas blandas que se me ofrece misteriosamente seductor. Me decido: Te leeré hasta que el sueño me rinda, le digo.

En el silencio de la casa cierro la sala de estar y busco música para acompañar la lectura. Estoy siendo juguete del destino pero aún no me he dado cuenta y elijo algo suave que me acompañe en la lectura . Ahora que sé lo que ha sucedido no puedo evitar una sonrisa.

Emilia Pardo Bazán, por lo que leo, era una coruñesa librepensadora, guerrera y estratosféricamente adelantada a más de …. !Un momento¡ ¿Qué está sonando?

De repente me encuentro sobre unas baldosas, apretado contra esa mujer en una casa medio a oscuras envuelto en suspiros, comentarios, jadeos y roces de piés en la cerámica lustrosa de un suelo que tantas veces acogió nuestras exploraciones sentimentales.

Siento una decepción dulce mientras me recuerdo, aquella tarde de verano, intentando sustraer del suelo, sin conseguirlo, con cincel y martillo, alguna baldosa de aquella sala ya abandonada y me veo arrancando con mis manos todavía fuertes, aquel manzano y subirlo arrastrándolo entre lágrimas de rabia y gran esfuerzo por las escaleras arriba, hacia la piscina en la cual lo ahogué en mi torpe intento de salvarlo.

Hoy el manzano ya no existe y las baldosas duermen subterráneamente en algun rincón de un probable basurero ilegal. Aquel lugar lo ocupa un artefacto arquitectónico muy bello y tan acogedor como el anterior ya que sus habitantes siguen siendo los mismos amigos de siempre. Y aunque ya no bailamos a la manera de antaño, las coordenadas espaciales y afectivas permanecen incólumes al paso del tiempo y a la herida de las ausencias.

Mientras dejo de leer y paso a escribir esto, he vuelto a poner el Adagio en Sol menor de Al'binoni.

Son las tres menos cinco y me acuesto pues ya estoy soñando y tampoco se trata de alterar el orden natural de las cosas.