POÉTICA DE BOLSILLO
SEGUNDOS FUERA
Cuando una casa, no siendo un hogar,
se convierte en una cárcel con difíciles compañeros de condena
como la soledad, la nostalgia, la rutina y demás,
las paredes de la celda se llenan de ojos,
el suelo se convierte en una lona de ring
y un baldeo de agua fría te despierta.
Es preciso un plan de evasion: La cobardía es una magnitud
finalmente cuantificada: Todos somos cobardes, llegado el momento.
La memoria de lo que fué y la realidad de lo que es
luchan un combate amañado donde ya se sabe quien pierde.
He vivido lo suficiente para saber cual ha de ser mi apuesta.
En el caso singular de mi combate no me dajaré caer en la lona
hasta comprobar de manera fehaciente que he perdido.
En este combate lucho contra mi mismo
y nadie da nada por ninguno de los dos.
Estamos él y yo solos en el ring. Hacemos ejercicios bravos,
escupimos en el suelo mirando sanguíneamente a los ojos del otro,
movemos los brazos como aspas de acenstrales molinos
desbocados por un aire huracanado.
Decido terminar la pantomimna. No estoy dispuesto a luchar contra mi mismo.
Me doy por derrotado.
Me quito lo guantes, el calzonzillo plateado, el protector dental, las medias, las zapatillas
y salto al foro vacío, desnudo de ropa, desnudo de miedo, vestido de decisión.
En el cuadrilátero mi oponente mira como un idiota mi paso apresurado
hacia las gradas totalmente vacias que me llevan al vano azul de una puerta futura
sobre la cual me precipito jadeando mientras oigo como el árbitro
le declara vencedor por abandono y no pasa nada.