COMER ANTES DE LOS DIECISEIS AÑOS
Tengo hambre y nada me apetece,
ni siquiera tengo sed de aguani de vino lo cual es más raro.
Imagino alimentos que me
estimulen las glándulas salivaresy no acierto con ninguno.
A todo lo que imagino que me gustaría
le falta el escenario de los primerostiempos:
La asquerosa merluza en salsa verde
del comedor del cuartel de mi padrey sus gritos por no comérmela.
El bacalao con garbanzos
que comíamos casi cada tres díasen la cocina de Santa Cecília.
Las empanadas de anguilas
en el comedor de mi abuela en el Inferniño,me espantaban pues las había visto vivas.
El caldo gallego con las orejas
de un cerdo que había tenido nombreen casa de mi madrina en Fajardo, me hacía sentir culpable.
Los callos llenando con su olor
toda la casa, se presentaban a la mesa de Coruña.Los había olido toda la tarde y no podía más.
Los babosos mejillones cogidos por mi padrino
en el puente de la ría de Nedame hacían vomitar.
Los pollos que en un caldero con agua caliente
mi tío desplumaba en Doniños
me quitaban el apetito para la cena de Navidad.
Y tantos otros alimentos
que no me gustaban peromás tarde probé, solo y con dieciséis años...
la inolvidable ensaladilla rusa
del bar de la calle de la catedral
de Valladolid, el sabor de la libertad.