NUESTROS HIJOS
¿Donde está la voz que los eleve
a mayores cotas de entusiasmo por la vida
si somos nosotros mismos los que hemos regado
las plantas de su esperanza con alcalinas lejías?
Siento su mirada asustada
girando su vista hacia nosotros esperando
algo en que apoyarse, algo que no sea
esa lucha permanente en la arena del mercado,
donde los hemos puesto a luchar a la intemperie
en un escenario desprovisto de burladeros.
Piden algo parecido a lo que sintieron
cuando estábamos todos embarazadoscreando sus nuevas vidas y transitando
por avenidas de justicia, igualdad y entusiasmo.
Aquella felicidad de resolver un pasado
de ignorancia, crimen y violencia cotidianaera nuestro ofrecimiento a sus vidas
pero al fin los hemos engañado
y lo que les dejamos es un escenario
de lucha egoísta, cada uno por su lado.
Algo incorrecto hemos hecho,
no solo los cabrones habituales,y el mal se está cebando en ellos.
Espero que nos perdonen
aunque sea cuando ya no tenga remedio.