LEPISMA SACCHARINA
El pueblo, que es sabio sin saberlo,
te bautizó como 'pececillo de plata'
aunque en tu caso, los sabios profesionales
no te impusieron un nombre demasiado feo:
lepisma saccharina.
Ganaste el diminutivo por tu timidez.
La plata, por tu mercurial movimiento
con el que te escurres
cuando enciendo la luz del lavabo.
Reconoce que te gusta mi piel,
las escamas que voy dejando
después de pretender que un nuevo día
ha comenzado.
La verdad no sé si mi día será
muy diferente al tuyo
porque, leyendo, me he enterado
que también te gustan los libros
como a mí y dicen que a los dos
nos encanta devorarlos.
Envidio las gráciles antenas que adornan tu cuerpo
y te informan del mundo que te rodea.
Yo solo tengo dos ojos, una lengua,
dos orejas, una nariz y veinte dedos
en dos brazos y dos piernas.
Sientes mi presencia
sin saber que soy aquel que te molesta,
el que se presenta en tu vida
ignorando tu existencia y buscando mis pieles,
fatalmente has caido en la bañera.
Enciendo la luz, te pones nervioso
y más agua caliente de la que deseas